El Condado de King se encuentra en el estado de Washington, en el noroeste de Estados Unidos. Su capital y una de las ciudades más famosas es Seattle. El condado de King tiene una población de casi dos millones de personas. Es un condado que no cuenta con industria que consuma mucha energía. Es, en cambio, uno de los más avanzados en cuanto a educación: la mitad de su población posee un título universitario.
En ciudades o regiones como el condado de King, la huella de carbono proviene, sobre todo, del consumo. Por tanto, es importante que sean los propios ciudadanos los que traten de reducir sus emisiones de dióxido de carbono en su vida diaria. Pero, ¿cómo medir esa huella del consumo, para después reducirla?
Se pueden medir la responsabilidad de los gases de efecto invernadero de dos formas: por cada individuo o por región. Pero si una comunidad quiere calcular su huella verdadera (por llamarla de alguna forma) debe medir de ambas formas: por sus límites geográficos y por el consumo de sus ciudadanos. Aún no se ha fijado un estándar para medir la huella del consumo, pero se ha realizado un estudio en el condado de King que puede servir de referencia para el futuro. El estudio ha sido dirigido por el Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo. Y ha descubierto que, en el caso de esta región, la huella del consumo es mayor que la producida por el resto de factores.
Seattle es una ciudad que está tomando medidas para reducir su consumo energético procedente de fuentes sucias. Las emisiones de carbono por electricidad son bajas gracias a la energía hidroeléctrica y los ciudadanos conducen menos kilómetros que la media nacional. También los edificios consumen menos energía que la media de Estados Unidos. Con todo, las emisiones por persona están en la media nacional. Y es debido al consumo.
Así que gobernantes, organizaciones ecologistas y activistas tratan de concienciar a la gente para que reduzca su huella de carbono en el consumo. Los vehículos y las calefacciones de los edificios son los que más aportan en emisiones de carbono en Seattle (una ciudad que en invierno alcanza los cero grados centígrados). Así que, si se quiere reducir la huella de carbono sin disminuir la calidad de vida, hay que reducir el consumo, las emisiones asociadas a comida, bienes y servicios. En definitiva, comprar menos.