La liberación de CO2 en el Ártico es mucho mayor de lo calculado


En apenas mes y medio de 2008, la tripulación del buque Yacob Smirniskyi, en su mayoría científicos de la Universidad de Estocolmo, recogió centenares de muestras de agua y sedimentos desde el puerto noruego de Kirkenes, 400 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico, hasta el mar de Chukotka, entre el noreste de Asia y el noroeste de América.

Los científicos sabían, desde 2004, que aquellas costas por las que navegaban supuraban dióxido de carbono, gas responsable del calentamiento global. La descongelación del suelo ártico, que se conoce como permafrost, a causa del aumento de las temperaturas y de la ligera subida del nivel del mar, libera materia orgánica atrapada desde el último máximo glacial, hace unos 20.000 años. Al derretirse, esos restos de origen vegetal y animal liberan gases como dióxido de carbono (CO2) y metano (CH4).

Han pasado cuatro años y los científicos dan la voz de alarma. La liberación de carbono por la descongelación del suelo ártico podría alcanzar los 44 millones de toneladas anuales, una cantidad diez veces superior a lo que se estimaba anteriormente. Es una cantidad similar a lo que emite un país como Holanda cada año.

Los autores del análisis, que han publicado un artículo en la revista Nature, han ofrecido la cifra en megatones, la unidad que mide la potencia de las bombas atómicas: son 44 megatones. El 66% de esta cantidad se escapa a la atmósfera en forma de CO2. La cantidad restante acaba en el fondo marino.

Con todo, esas emisiones actualmente apenas representan el 0,1 % anual. Pero, por otra parte, en los depósitos del permafrost ártico se encuentra el 50 % del carbono almacenado en los suelos de todo el mundo. Es decir, que puede convertirse en un grave problema.

Además, es un círculo vicioso: si aumentan de las emisiones de CO2, se incrementan las temperaturas (lo han hecho una media de 0,74 ºC). A más calor, mayor deshielo y más liberación de CO2.

Los autores se han centrando en el yedoma, un tipo de suelo ártico lleno de carbono orgánico que ocupa un millón de kilómetros cuadrados y la primera fuente del carbono que llega al fondo del mar.

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