El trabajo de los científicos en la Antártida


Roald Amundsen, nacido en Noruega en 1872, fue el explorador que dirigió la expedición a la Antártida que llegó por primera vez al Polo Sur. Ocurrió el 14 de diciembre de 1911, hace un siglo. Si Amundsen resucitara y viera la situación actual de la región…

Durante cien años, la comunidad científica ha estudiado de diferentes formas el continente helado, el cuarto más grande del mundo. Se han estudiado los animales, los volcanes y otros recursos naturales. Son campañas científicas destinadas a conocer más a fondo lo que esconde uno de los poco lugares todavía por explorar del planeta. En la base española Gabriel de Castilla, hay dieciséis proyectos científicos en marcha. Dicha base se ubica en el archipiélago de las Shetland del Sur, en la Isla Decepción.

Uno de los programas científicos que se desarrollan tiene como objetivo estudiar y vigilar la actividad sísmica en Isla Decepción, un volcán que permanece activo. Está a cargo del proyecto el Instituto Andaluz de Geofísica (IAG), dependiente de la Universidad de Granada.

Enrique Carmona es investigador del IAG y ha estado en ocho ocasiones en la Antártida. Su vocación le ha llevado a ejercer como geofísico y a dedicarse al estudio de los volcanes y los terremotos. Se estudia el volcán de Isla Decepción como si fuera un laboratorio natural, para así poder aplicar estos conocimientos en otros volcanes, como en la reciente erupción de El Hierro. El volcán puede reactivarse en cualquier momento. A finales de la década de los sesenta del siglo pasado, se produjeron varias erupciones que dañaron algunas bases científicas.

El espíritu aventurero de Amundsen y Scott (el jefe de la expedición que llegó poco después que el noruego al Polo Sur) se ha transformado en científico. Los avances tecnológicos permiten que las cosas en la Antártida sean más fáciles. Hay mejores vestimentas y mejores comunicaciones, incluyendo Internet.

La vida y el trabajo de los científicos dependen de las condiciones meteorológicas. En invierno son extremas y, en el verano austral, más benignas. Es la época que transcurre de octubre a marzo. La temperatura media anual es de –50º C.

Silencio absoluto

Una de las características que más llaman la atención en la Antártida es el silencio. Es una sensación mágica que puede, incluso, agobiar a una persona demasiado acostumbrada al ruido de la ciudad.

Demetrio Calle es un biólogo que también ha trabajo en la Antártida. En los meses de verano austral, las tierras heladas del continente cobran vida. Se pueden ver pingüinos, focas, albatros, es un espectáculo difícil de olvidar, sobre todo, después de un invierno en el que sólo se ve blanco, gris y azul.

Demetrio calle afirma que, después de haber estado en un sitio como la Antártida, te das cuenta de que existen lugares en este mundo por los que merece la pena luchar y trabajar lo que haga falta para conservarlos. Su objetivo es divulgar esta idea y organiza conferencias, proyecciones y exposiciones fotográficas sobre su experiencia antártica.

De allí se trajo un gran número de instantáneas captadas con su cámara. En un libro titulado Antántida. Visiones de un continente para un futuro sostenible se podían ver 168 de esas fotografías, una prueba de la riqueza paisajística y la vida de un lugar tan especial.

A Demetrio le encantaría volver… aunque tenga que atravesar de nuevo el peligroso estrecho de Drake. Y denuncia que algunos países ven en el continente una posible explotación de los recursos mineros, pesqueros y turísticos. En tales condiciones es poco probable conservar adecuadamente el entorno de la Antártida. Todo dependerá de los gobernantes y de la resistencia de las personas y organismos que deseamos que permanezca igual. Merece la pena luchar por su conservación.

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