Por mucho que Bután intente mirar por la felicidad de sus habitantes (recordemos que usa el índice Felicidad Nacional Bruta para tomar decisiones políticas), el impacto del cambio climático no va a ponerle fácil cumplir su objetivo.
Desgraciadamente, hacer política teniendo en cuenta la felicidad de las personas obligará a enfrentarse a enemigos inmisericordes como el cambio climático. Por mucho que Bután haga méritos verdes, pues hablamos del primer país con toda su agricultura ecológica, este problema les viene allende de las fronteras. No en vano, el calentamiento global es, precisamente eso, global.
Así, los grandes avances en su desarrollo económico y humano realizados en pos del bienestar de la población, sufren la amenaza del cambio climático. Concretamente, el reciente informe sobre Desarrollo Humano Nacional concluye que los más pobres no se salvarán de sufrir los desastrosos cambios que traerá el calentamiento global.
De acuerdo con las conclusiones, los butaneses que dependan de la agricultura de subsistencia han de esperar lo peor, es decir, cosechas que se echan a perder de forma irremediable a consecuencia de los patrones cambiantes del clima y de los glaciares que se derriten.
La grave escasez de agua también amenaza el sector de la energía hidroeléctrica, la principal fuente de abastecimiento del país. El acelerado retroceso de sus glaciares estáría detrás de esta sequía histórica.
La solución, según el informe, no es otra que lograr adaptarse a estas nefastas consecuencias relacionadas con el clima. Para ello, se precisa financiación externa, pues estamos hablando de un país que se encuentra entre los menos desarrollados.
Igualmente, el informe recomienda aunar políticas climáticas con planes económicos que reduzcan la pobreza. Y, por supuesto, controlar con mano de hierro las actividades dañinas para el entorno, como la explotación forestal, la minería, el turismo de masas y el uso de plaguicidas. Difícil camino, el de la felicidad aunque, en este caso al menos, el dinero sí la da.