Agroecología, hambre y decrecimiento


Desde 2003, más del 50% de la población mundial vive en ciudades. En Latinoamérica esa cifra llega hasta el 80%. Esta tendencia, que seguirá durante las próximas décadas, tendrá consecuencias muy negativas. Una de ellas, empeorada, además, por el cambio climático, es la sobreexplotación de los recursos hídricos. Otra, las 30.000 muertes al año por contaminación del aire. La humanidad huye a las ciudades y se desentiende de la naturaleza.

Un medio ambiente limpio es tan importante como una gestión sostenible de los recursos. Son conceptos relacionados, pero no son lo mismo. Antonio Gómez Sal, catedrático del Departamento de Ecología de la Universidad de Alcalá, ha hablado de estos temas en el Seminario Internacional «Agroecología, cambio climático y cooperación» celebrado en la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). Junto a él, otros expertos de América Latina y España confirman que los agrosistemas ecológicos poseen mayor capacidad para resistir, recuperarse y adaptarse al cambio climático.

El sector de la producción agroecológica es una oportunidad para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Estudios recientes muestran la mayor capacidad de adaptación al cambio climático de este tipo de cultivos.

Los suelos gestionados con criterios agroecológicos almacenan, como media, un 34% más de carbono que los manejados de manera convencional. De esta forma, las políticas agrarias no se deben enfocar únicamente a la satisfacción de la seguridad alimentaria, sino también al aumento de la resiliencia climática de los sistemas de producción y la promoción de los modelos de manejo agroecológico, dirigidos a alcanzar estas metas de forma eficiente y a costes más reducidos.

Hay una relación directa entre el consumo de carne en el mundo y el hambre, señaló en el encuentro Manuel González de Molina, catedrático de la Universidad Pablo de Olavide (UPO). Por cada unidad que consumimos, se gastan seis en producción y distribución. No es sostenible. También se habló de decrecimiento. Hemos ido demasiado lejos en el consumo de energía, recursos y materiales. Estamos llegando la límite.

Algunas de las medidas propuestas en el encuentro han sido imponer una tasa sobre fertilizantes nitrogenados que reflejase los costes de fabricación y distribución del abono, subvencionar el compostaje, imponer una tasa a la ganadería intensiva, incentivos para la introducción de semillas y razas autóctonas y el IVA ambiental, por ejemplo, en los establecimientos de comida rápida. Un kilogramo de carne necesita 15.000 litros de agua. La producción de cereales y fruta necesita diez veces menos.

Por último, se ha recordado que el hambre no es culpa del crecimiento de la población, sino de la equidad y del uso de la tierra.

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