La superficie de hielos marinos en la Antártida marcó, el pasado septiembre, el máximo histórico de los últimos seis años, según datos ofrecidos por el Centro Nacional de Nieve y de Hielo de Estados Unidos (NSIDC, por sus siglas en inglés).
Las mediciones que se realizan a través de los satélites y realizadas el 26 de septiembre, esto es, al inicio de la primavera del hemisferio sur, señalan que los hielos antárticos ocupan una superficie de 19,44 millones de kilómetros cuadrados, mientras que el promedio del periodo entre los años 1979 y 2000 (el periodo anterior de referencia) es de 18,3 millones de kilómetros cuadrados.
Estos datos superan el anterior récord, registrado en 2006, cuando el aumento del hielo marino llegó a más del 5,4%. Cada invierno, la extensión de los hielos marinos en la Antártida aumenta en unos 16.000 kilómetros cuadrados.
En el otro polo, en la misma época, pero con muy diferentes condiciones climáticas, los hielos que cubren el Ártico se reducen, cada verano, en unos 91.600 kilómetros cuadrados, un área superior al de un país como Panamá.
La investigadora Sharon Stammerjohn, de la Universidad de Colorado, señaló que tanto el calentamiento del clima como el agujero en la capa de ozono contribuyen a potenciar los vientos circumpolares en el sur. Estos vientos tienen más potencia y soplan hacia el mar, de modo que extienden la superficie que ocupan los hielos. Hay una excepción a esta regla: en la Península Antártica, los vientos del norte empujan los hielos hacia el sur.
Cabe señalar, volviendo al Ártico, que es muy significativo que el mencionado récord de deshielo ocurra en la misma temporada. Demuestra, por tanto, el fenómeno global que supone el calentamiento del planeta. El récord precedente fue en 2007. Los hielos antárticos se ha reducido hasta 3,4 millones de kilómetros cuadrados el 16 de septiembre, la extensión más baja en este 2012. Para los responsables del NSIDC, es un territorio desconocido: sabemos desde hace mucho tiempo que el planeta se calienta y los cambios más pronunciados se observan primero en el Ártico, pero pocos científicos esperaban que fueran así de rápidos.