Groenlandia y hielo son dos palabras que suelen ir asociadas, aunque este territorio también es sinónimo de agua dulce, ya que alberga el segundo mayor depósito más grande tras la Antártida. Sin embargo, ahora, se ve amenazado por los efectos del cambio climático y el deshielo.
Las consecuencias
El estudio evidencia que, conforme se produce un aumento de la temperatura del aire sobre Groenlandia, se produce una aceleración del deshielo. De esta manera, no se derrite a un ritmo constante a medida que se calienta el clima, sino que la capa de hielo se derrite cada vez más por cada grado de aumento en la atmósfera.
Pero, además, también se ha observado que esta aceleración en el deshielo responde a otra serie de factores como la retroalimentación, que genera más derretimiento y escorrentía o flujos de agua sobre la superficie conforme se produce el calentamiento del clima.
Dentro de las retroalimentaciones, una de las que mayor impacto tiene es el oscurecimiento de la capa de hielo, ya que se reduce la reflexión de los rayos del sol, absorbiendo así en mayor medida el calor.
Esta situación de pérdida de la capa de hielo en Groenlandia, que es irreversible, junto con la inestabilidad de la capa de hielo marino en la Antártida, puede hacer que aumente el nivel del mar en varios metros en cientos de miles de años.
No obstante, los efectos se notan ya porque, en la actualidad, estos dos polos vierten al océano 670 gigatoneladas de agua al año, lo que equivale a 268 millones de piscinas olímpicas o al caudal de las Cataratas del Niágara durante el período de nueve años.
El inicio del deshielo
El estudio, realizado por la Universidad de Rowan (Estados Unidos), también ha permitido constatar que el inicio del deshielo no es tan reciente como inicialmente se tiende a pensar, ya que se comenzó a observar a mediados de 1.800 con el inicio de la llamada era industrial.
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