Cámaras en la piel de las ballenas han permitido a los científicos monitorizarlas con el doble fin de aprender más acerca de su comportamiento y forma de alimentación, así como sobre las consecuencias del deshielo en el Ártico.
El proyecto de la División Antártica de Australia (DAA) estudia así el impacto del retroceso de los glaciares debido al calentamiento climático, ayudándose de unas pequeñas cámaras en ballenas jorobadas del estrecho de Gerlache, -un canal que separa el archipiélago Palmer de la Península Antártica-, fijadas a modo de ventosas durante uno o dos días. Una vez en el agua, se recuperan para poder ser reutilizadas.
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