Hace unos dos años, el ex vicepresidente de Estados Unidos y adalid de la lucha contra el cambio climático, Al Gore, fue preguntado por los esfuerzos que se estaban haciendo para tratar tal problema. Se mostró bastante optimista. Tal vez quería contagiar de optimismo a la sociedad. Poco después, se celebró la Cumbre Mundial sobre Cambio Climático de Copenhague, un evento que no consiguió ningún acuerdo serio. ¿Se debe ser tan optimista como Gore?
El futuro es incierto y sombrío. Aparte del fracaso de Copenhague, un amplio sector de la población de Estados Unidos es escéptica ante el problema del calentamiento global o, al menos, en culpabilizar a las actividades del ser humano como causa del cambio climático global. Al Gore sigue siendo optimista. ¿Será por no alarmar? ¿Será porque ya tiene unos añitos y él no va a ver el desastre al que estamos abocados?
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